En la década de los 90 del pasado siglo un escritor y cineasta norteamericano llamado Daniel Drasin, escribió un libro titulado Zen and the art of debunkery, en el expone cual es la estrategia a seguir para desacreditar cualquier estudio científico que no cuadre versión oficial de un suceso o proceso, estas estrategias de acoso y derribo han sido empleadas desde siempre por grupos que ostentan el control y que son “poseedores de la verdad suprema”, por supuesto esa verdad suprema y su parecido con la realidad no dejan de ser la mayoría de las veces simples coincidencias.
En una entrevista realizada en el año 2010, cuenta los motivos por los que escribió esta guía u obra.
En la introducción de esta interesante guía de desacreditación se expone lo siguiente:
Como todos los sistemas de búsqueda de la verdad, la ciencia, correctamente aplicada, tiene un impulso liberador y profundamente fértil en su núcleo. Este “zen” en el corazón de la ciencia se revela cuando el facultativo deja a un lado las creencias arbitrarias y los prejuicios culturales, acercándose a la naturaleza de las cosas con “una mente de aprendiz”. Cuando así se actúa, la realidad puede hablar fresca y libremente, y se puede escuchar con mayor claridad. La comprobación apropiada y la validación objetiva pueden, de hecho “deben”, venir después.
Ver con humildad, curiosidad y ojos frescos, fue una vez el aspecto principal de la ciencia. Pero hoy es una historia diferente. A medida que la actividad científica ha sido desviada hacia el expolio, la institucionalización, la hiperespecialización y la nueva ortodoxia, se ha ido encerrando cada vez más en hechos inconexos dentro de un vacío psicológico, social y ecológico. Tan desconectada se ha vuelto la ciencia oficial del gran esquema de la cosas, que tiende a negar o descartar dominios enteros de la realidad y a satisfacerse con reducir toda la vida y la conciencia a física muerta.
A medida que cambia el milenio, la ciencia parece, en muchos aspectos, estar pisando el trillado camino de las religiones a las que supuestamente reemplazó. Donde una vez reinara la investigación libre y desapasionada, ahora se elevan las emociones fundamentalistas en defensa de la “verdad científica”. A medida que las anomalías se acumulan bajo un mar de negaciones, los defensores de la Fe y el Reino se aferran, con cada vez mayor prepotencia, al casco de un paradigma que se hunde. Ante las provocativas evidencias de cosas impensables para su filosofía, muchos veteranos científicos regresan a una especie de escepticismo infantil caracterizado por una fe ciega y absoluta en lo familiar. No resulta sorprendente, pues, que tantos prometedores campos de investigación continúen envueltos en la superstición, la ignorancia, la negación, la desinformación, lo tabú… y el descrédito [debunkery en el original]
¿Qué es el debunkery? Esencialmente es el intento de invalidar una información novedosa sustituyendo el método científico por la propaganda cientificista.
Para poner de manifiesto esta clase de comportamiento pseudocientífico, he elaborado una guía útil para los aspirantes a debunker, con una sección especial dedicada a invalidar la inteligencia extraterrestre (tal vez el tema más agresivamente denostado en la historia moderna). Como le resultará evidente al lector, he llevado algunas de estas estrategias de descrédito al límite del absurdo para así mostrarlas con claridad. Por lo demás, su inherente razonamiento falaz, la lógica retorcida y la pura tontería sonarán frustrantemente familiares a quienes se han arriesgado a explorar bajo el océano de la negación y han intentado informar de buena fe sobre lo que allí encontraron.
Aunque el escepticismo informado es una parte integral del método científico, los detractores profesionales, a menudo llamados «escépticos» acto reflejo – tienden a ser escépticos sólo de nombre, y hablar con poca o ninguna autoridad en la materia de la que son tan apasionadamente escéptico. A lo sumo, los detractores de vez en cuando exponen los errores de otras personas, pero para la mayor parte de ellos promueven su propia marca de la pseudociencia, presa de su propia superstición y la credulidad, y contribuyen poco al progreso real del conocimiento. Como tal, bien y verdaderamente representan el ala derecha de la ciencia.
Este manual incluye secciones especiales dedicadas a desacreditar la inteligencia extraterrestre, los métodos alternativos de curación, la astrología y la «energía libre». Yo pongo de relieve estos campos porque se encuentran entre los temas más agresivamente desacreditados de toda la historia moderna.
Muchas de las estrategias que desacreditan y que se exponen aquí, se han adaptado casi palabra por palabra de las obras clásicas de los detractores más notables de la historia. A pesar de que a menudo cruzan el umbral de lo absurdo.
En cuanto al resto, su razonamiento falaz, la intolerancia fanática, la lógica retorcida y pura tontería sonará frustrantemente familiar para aquellos que se han atrevido explorar debajo de los océanos de la negación y la falsedad, y ha intentado de buena fe para informar de sus observaciones.
Cómo desacreditar cualquier cosa
Parte 1: Descrédito General
Antes de comenzar a desacreditar, prepare su equipamiento. Equipo necesario: un sillón.
- Muestre un semblante apropiado. Cultive un aire condescendiente que sugiera que sus opiniones personales están respaldadas por la total fe y crédito de Dios. Emplee términos vagos, subjetivos y despectivos como “ridículo” o “trivial” de una manera tal que sugieran contar con toda la fuerza de la autoridad científica.
- Muestre a la ciencia no como un proceso de descubrimiento sin límite, sino como una guerra santa en contra de turbulentas hordas de infieles adoradores de lo raro. Puesto que en la guerra el fin justifica los medios, puede enredar, estirar o violar el método científico, o incluso omitirlo completamente, en el nombre de la defensa del método científico.
- Mantenga sus argumentos tan abstractos y teóricos como sea posible. Esto “envía el mensaje” de que la teoría aceptada está por encima de cualquier indicio que la pueda cuestionar, y que, por lo tanto, no vale la pena examinar ningún indicio al respecto.
- Refuerce el erróneo y habitual concepto de que ciertos temas son inherentemente acientíficos. En otras palabras, confunda deliberadamente el “proceso” de la ciencia con el “contenido” de la ciencia. (Alguien puede, por supuesto, objetar que, como la ciencia es un acercamiento universal a la búsqueda de la verdad, debe ser neutral sobre el tema a tratar, por lo cual sólo el “método” de investigación puede ser o no ser científicamente serio. Si eso ocurre, desestime tales objeciones usando un método empleado con éxito por generaciones de políticos. Simplemente tranquilice a todos: “¡no existe ninguna contradicción en ello!”).
- Arrégleselas para apoyar su mensaje en autoridades. El grado hasta el que se puede estirar la verdad es directamente proporcional al prestigio de su portavoz.
- Siempre refiérase a los postulados no ortodoxos como “pretensiones”, las cuales son “expuestas”, ya sus propias aserciones como “hechos”, los cuales están “establecidos”.
- Evite examinar la prueba. Esto le permite decir con impunidad, “¡No he visto absolutamente ninguna evidencia que apoye tan ridículas exposiciones!” (Note que esta técnica ha sobrevivido al paso del tiempo y data de, al menos, la era de Galileo. ¡Simplemente negándose a mirar a través de su telescopio, las autoridades eclesiásticas adquirieron para la Iglesia el poder de la negación absoluta y gratuita durante tres siglos!)
- Si examinar un indicio se vuelve inevitable, informe de que “¡no hay nada nuevo aquí!”. Si le hacen frente con un gran cúmulo de pruebas que han resistido los test más rigurosos, simplemente desestímelas por ser “solo un puñado”.
- Iguale el necesario aspecto escéptico de la ciencia con “toda” la ciencia. Haga hincapié en los elementos restringidos, rigurosos y críticos de la ciencia y excluya la intuición, la inspiración, la exploración y la integración. Si alguien objeta, acúsele de ver la ciencia en términos exclusivamente difusos, subjetivos o metafísicos.
- Insista en que el progreso de la ciencia depende de explicar lo desconocido en términos de lo conocido. En otras palabras, ciencia es igual a reduccionismo. Puede aplicar el enfoque reduccionista en cualquier situación, descartando más y más pruebas hasta que lo poco que queda pueda finalmente ser explicado enteramente en términos del conocimiento establecido.
- Reste importancia al hecho de que la investigación libre y la discrepancia legítima son aspectos normales de la ciencia.
- Póngase a disposición de los productores de los medios que buscan un “informe equilibrado” de las visiones no ortodoxas. Sin embargo, acepte participar sólo en aquellas presentaciones donde las restricciones y la parcialidad a priori imposibilitan lujos como la discusión, el debate y el examen cruzado.
- En cada oportunidad que tenga, refuerce la opinión de que lo que es familiar es necesariamente racional. Lo no familiar es, por lo tanto, irracional, y consecuentemente inadmisible como prueba.
- Sentencie categóricamente que lo no convencional puede ser desestimado como, en el mejor de los casos, una honesta malinterpretación de lo convencional.
- Califique a sus oponentes como “creyentes sin sentido crítico”. Desestime categóricamente la idea de que desacreditar implica tener una creencia sin sentido crítico, sino que es el status quo.
- Mantenga que, en investigaciones de fenómenos no convencionales, una sola falla lo invalida todo. En contextos convencionales, sin embargo, puede sabiamente recordarle al mundo que “después de todo, las situaciones son complejas y los seres humanos son imperfectos”.
- La “Navaja de Occam”, o el “principio de la parsimonia”, dice que la explicación correcta de un misterio suele expresarse con los principios fundamentales más simples. Insista, por ello, en que la explicación más familiar es, por definición, ¡la más simple! De a entender enérgicamente que la “Navaja de Occam” no es únicamente una regla filosófica, sino una ley inmutable.
- Rechace cualquier análisis de la historia por el que se revele que los dogmas de hoy son la herejía de ayer. De la misma manera, evite discutir los muchos paralelismos históricos, filosóficos y espirituales entre ciencia y democracia.